Cuando oyó que venía Jesús de Nazaret, comenzó a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos lo regañaron y le decían que se callara, pero el hombre gritaba aun más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Entonces, Jesús se detuvo y dijo: Llámenlo. Llamaron al ciego y le dijeron: Anímate y levántate, Jesús te está llamando. (Mr.10:47-49) PDT
No son nuestros gritos o llantos lo que mueve a Jesús sino nuestra fe.
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