El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. (Ecl.12:13)
Salomón había probado tanto la mundanalidad como el temor a Dios: en el uno encontró vanidad, y en el otro felicidad. No repitamos su experimento, sino que debemos ajustarnos a su veredicto.
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