¡Levántate, resplandece! ¡Tu luz ha llegado! ¡Ya la gloria del Señor brilla sobre ti! (Is.60:1) RVC
Muchas veces nos esforzamos para “brillar” en ciertos lugares, intentando mostrar que somos merecedores de aplausos y felicitaciones pero es un brillo falso, pasajero y engañador; el brillo de Cristo es natural, contagiante y transformador.
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