En verdad, soy malo desde que nací; soy pecador desde el seno de mi madre. (Sal.51:5) DHH
Hasta que no nos demos cuenta y admitamos que el pecado brota de la fuente más profunda de nuestro corazón, jamás estaremos en condiciones de reconocerlo y lamentarlo, ni de experimentar dolor por su causa en nuestra vida.
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