Cierto día, sin embargo, José entró a hacer su trabajo y no había nadie más allí. Ella llegó, lo agarró del manto y le ordenó: ¡Vamos, acuéstate conmigo!. José se zafó de un tirón, pero dejó su manto en manos de ella al salir corriendo de la casa. (Gen.39:11-12)
Es mejor perder un abrigo y muchas posesiones valiosas, que perder una buena conciencia. No se quede a hablar con la tentación, no se quede a contemplarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario