Pero un día reconocí ante ti todos mis pecados y no traté de ocultarlos más. Dije para mí: «Se los voy a confesar al Señor». ¡Y tú me perdonaste! Toda mi culpa se esfumó. (Sal.32:5) NBV
Reconocer y confesar el pecado con un corazón sincero y arrepentido siempre dará por resultado el misericordioso perdón de Dios, la eliminación de la culpa y el don de su constante presencia.
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