En cambio, el cobrador de impuestos estaba de pie a cierta distancia. Cuando oró ni siquiera levantó la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho para mostrar que estaba arrepentido, y decía: ¡Dios, ten compasión de mí porque soy un pecador! (Lc.18:13) PDT
El perdón de Dios es posible para aquellos que reconocen que no tienen el menor merecimiento para recibirlo.
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