Bendito sea Dios, que no me volvió la espalda cuando yo oraba, y no me negó su bondad y amor. (Sal.66:20) NBV
Nuestra oración aumenta en la aflicción y Él no nos da la espalda, pero también nuestra oración disminuye en la bendición y es ahí donde nosotros le damos la espalda.
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